
El romanticismo
Durante el siglo XIX el romanticismo exalta las pasiones, los sentimientos y el universo irracional en su conjunto de contraste con la idea de razón de los revolucionarios ilustrados, que descalifican a la Edad Media por considerarla expresión del oscurantismo religioso.
El romanticismo hará propia la concepción griega del amor entendido como una fuerza dulce y arrolladora que rompe todo a su paso. Sin embargo, a diferencia del contexto mítico, no asociará el amor exclusivamente con la sexualidad sino que adoptará rasgos del amor cortés en la identificación del amor con el período de la conquista y en la preeminencia de los rasgos espirituales por sobre los materiales.
En contraste con el modelo del matrimonio fundado en consideraciones económicas, el romanticismo exalta el amor desinteresado. El amor romántico tendrá cara de mujer, consagrará al amor como un destino eminentemente femenino. Comparte con el amor cortés su concentración en el período de la conquista, y por tanto, en la idealización y en la ausencia del ser amado.
El romanticismo elevará a la categoría de virtud el sufrimiento por amor, que aparecerá una y otra vez como una pasión trágica, es decir, estrechamente unida a la muerte.
Las representaciones literarias del romanticismo entenderán al amor como una languidez, como un naufragio que consume y destruye en la soledad y el desamparo. El destino amoroso será de infelicidad.
Con el amor romántico se desliga el lazo marital de otros lazos de parentesco. El marido y la esposa comienzan a ser vistos como integrantes de una empresa emocional conjunta. La casa se diferencia del trabajo y comienza a ser el lugar en donde se obtiene apoyo emocional, en contraste con la instrumentalidad del mundo de la producción. Al limitar el tamaño de la familia, la sexualidad gana autonomía frente a la procreación.
Durante el siglo XIX el romanticismo exalta las pasiones, los sentimientos y el universo irracional en su conjunto de contraste con la idea de razón de los revolucionarios ilustrados, que descalifican a la Edad Media por considerarla expresión del oscurantismo religioso.
El romanticismo hará propia la concepción griega del amor entendido como una fuerza dulce y arrolladora que rompe todo a su paso. Sin embargo, a diferencia del contexto mítico, no asociará el amor exclusivamente con la sexualidad sino que adoptará rasgos del amor cortés en la identificación del amor con el período de la conquista y en la preeminencia de los rasgos espirituales por sobre los materiales.
En contraste con el modelo del matrimonio fundado en consideraciones económicas, el romanticismo exalta el amor desinteresado. El amor romántico tendrá cara de mujer, consagrará al amor como un destino eminentemente femenino. Comparte con el amor cortés su concentración en el período de la conquista, y por tanto, en la idealización y en la ausencia del ser amado.
El romanticismo elevará a la categoría de virtud el sufrimiento por amor, que aparecerá una y otra vez como una pasión trágica, es decir, estrechamente unida a la muerte.
Las representaciones literarias del romanticismo entenderán al amor como una languidez, como un naufragio que consume y destruye en la soledad y el desamparo. El destino amoroso será de infelicidad.
Con el amor romántico se desliga el lazo marital de otros lazos de parentesco. El marido y la esposa comienzan a ser vistos como integrantes de una empresa emocional conjunta. La casa se diferencia del trabajo y comienza a ser el lugar en donde se obtiene apoyo emocional, en contraste con la instrumentalidad del mundo de la producción. Al limitar el tamaño de la familia, la sexualidad gana autonomía frente a la procreación.
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